Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo. Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó buscar y lo envió a cumplir una misión muy lejos, fuera del reino. Wei Cheng se resistió un momento, adujo que tenía tareas importantes dentro del palacio; pero el emperador fue irreductible y Wei Cheng concluyó acatando la orden. El ministro del emperador se dirigió a sus aposentos, preparó su equipaje, y partió. A la semana siguiente, regresó Wei Cheng de viaje y le contó un sueño terrible a su emperador: le dijo que había soñado que el emperador contraería matrimonio con un dragón, que en sueños, él había intentado cortarle la cabeza para impedirlo, y que el dragón había sido protegido por el propio emperador. Por la noche, el emperador volvió a soñar: en su sueño, vio al dragón que había protegido agradeciéndole su gesto, vio que el dragón se metamorfoseaba en una princesa, vio a la princesa acercársele y tomarlo de las manos, sintió que ella lo amaba. Súbitamente, despertó del sueño y se murió de amor. |
jueves, 5 de abril de 2012
La Sentencia.
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